El vino, sin duda, es el mejor compañero de cualquier comida. Sus atributos, complejidades y matices hacen que siempre esté a la altura de las circunstancias. Pero, ¿por dónde comenzar cuando hay que cocinar para una cepa específica?, o ¿qué es lo que hay que considerar para que pueda lucirse y resaltar todos sus rasgos y, a la vez, enaltecer los sabores de la comida?
Por eso, como cualquier pareja, para que la relación sea fecunda, tienen que complementarse uno con otro de modo que las características propias se exalten y no se pierdan o se superpongan.
Sin embargo, no sólo es cuestión de puras afinidades, los polos opuestos también se atraen y se puede encontrar una correspondencia a través del contraste. En cuestiones de armonización, habitualmente se piensa en qué vino puede acordar mejor una vez que ya tenemos el plato. Por eso, si la situación es a la inversa, se deben tener en cuenta algunas cuestiones básicas, que no llegan a ser reglas estrictas, pero que han dado excelentes resultados cada vez que hay que cocinar para un determinado varietal o blend. Se trata de un ejercicio que nos hace poner en práctica el tema de los maridajes, además de incentivar la curiosidad y, a través de ella, el placer.
Una vez elegida la cepa, hay que probarla y degustarla para que los sentidos se abran y comiencen a actuar. Es importante definir y describir ese vino: si tiene estructura, si es liviano, si tiene cuerpo, si es untuoso, si posee o no una marcada acidez, qué estilo tiene, a qué remiten sus notas… En este juego de percepciones empiezan a brotar sabores y fragancias que tenemos guardados en la memoria, tanto en la gustativa como en la olfativa, y que pueden darnos alguna pista acerca del camino a seguir.
Ya con una idea más detallada de lo que nos despierta y sugiere, se debe indagar sobre el tipo de cepa, su procedencia, sus terruños, su entorno, los productos que mejor se dan en ese lugar y las comidas típicas que allí se hacen. Toda esta información nos dará indicios sobre qué tipo de comida le sienta mejor. Esta instancia, sin dudas, es un buen motivador que induce a la creatividad y, por sobre todo, a la investigación. Sucede que al descubrir los detalles de la zona donde se desarrolla esa cepa y al adentrarse en su cultura gastronómica, se puede confiar en la sabiduría de la naturaleza y en que ese vino que allí nació irá de maravillas con todos esos productos.
¿Por qué no lo intentamos? ¡Manos a la obra!
Fuente: Columna de Dolli Irigoyen en Descorchados.